jueves, 8 de marzo de 2018

LA EXPERIENCIA DE UNA BARBERA

Hoy no firmo yo el artículo. Es 8 de marzo, y hoy os va a contar su experiencia como mujer y barbera una buena amiga mia, Eva.

8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer.

Se celebra desde 1911. Hace algunos años se conocía como el Día de la Mujer Trabajadora, pero ahora es el Día Internacional de la Mujer. Un día en el que se conmemora la lucha de la mujer por la igualdad, tanto en la sociedad como en su desarrollo íntegro como persona. Una igualdad que implique recibir los mismos beneficios, las mismas sentencias y ser tratadas con el mismo respeto. Porque la igualdad significa que las mujeres y los hombres tengamos los  mismos derechos, responsabilidades y oportunidades, sin importar nuestro sexo. 



Una mujer entre barberos

Hoy no quería dejar de hablar de mis experiencias como mujer en un mundo mayoritariamente masculino como es la barbería. 

Me adentré en este mundo hace más de un lustro, formándome y trabajando a la vez. El inicio fue duro. Algunos compañeros en la academia ya me miraban así como… raro. Sacaban toda su prepotencia masculina cuando hablaban sobre la barbería, sus técnicas, todo lo que sabían o más bien lo que ya creían saber sobre ese mundo, de su gran futuro laboral. ¿Y tú dices que vas a trabajar en una barbería? Me preguntaban por encima del hombro. 

Afortunadamente en la academia tenía muchas compañeras en las clases de trabajos más técnicos como color, tratamientos capilares y demás. Allí me sentía refugiada y más cómoda.

Pero lo peor no era la academia. Cuando iba a trabajar a la barbería, los clientes más veteranos se llevaban las manos a la cabeza al verme allí. 

Hecho la vista atrás y no sé qué tipo de comportamiento era peor, si la indiferencia, el machismo puro y duro o cuando me trataban como a un espectro. Me sentía como Bruce Willis en el Sexto Sentido (tan solo vista por mis compañeros) y obviada por los clientes. Me dirigía a ellos y algunas veces no obtenía respuesta. Me daba ganas de chasquear los dedos a pocos centímetros de sus ojos gritándoles: Ehhh, que te estoy hablando ¿no me ves? Tenía que hacer un esfuerzo contínuo para que me prestaran atención.

Tristeza y rabia. Eso es lo que sentía. Y algunas veces ira e impotencia al escuchar cómo algunos clientes preguntaban a mis compañeros, Damián y Jero, qué hacía una mujer allí, que la barbería era cosa de hombres… y un sin fin de comentarios absurdos y machistas. Comentarios que poco poco me iban socavando la moral e intentaba que no me afectasen, pero que al final era inevitable. 


Me sentía francamente mal, infravalorada, inútil… he llegado a casa muchas veces derrotada, derramando lágrimas que no tenían final, derrochando mucha furia, mucho odio. Me han dado ganas de abandonar, porque dudaba de mi, de mi capacidad, porque me han cuestionado como mujer, como profesional, como esposa e incluso como madre. Y eso ha repercutido en mi forma de ser y de comportarme. Muchas veces estaba apagada, plana, distante… simplemente para demostrar que SÍ estaba capacitada para desarrollar mi trabajo. Un trabajo que si fuese hombre nadie me cuestionaría. 


Nunca me rendí

Afortunadamente y gracias a la gente de mi alrededor que me admira, y me quiere, que me conoce y por qué no decirlo… gracias a mi, por no rendirme, por levantarme cada caída, por que aun notando que me pisaban la cabeza la supe erguir. Tuve que cambiar mi mundo y lo hice. Logré mover montañas con tan solo un dedo. Luché y cambié muchas cosas y me siento orgullosa por lo que he conseguido. 

Ahora soy feliz. Tremendamente feliz. Todos los clientes que vienen a la barbería me respetan, me piden consejos, preguntan por mí e incluso algunos prefieren que les atienda yo. Unos clientes que permiten que sea yo misma, sin tener que fingir, y que pueda sacar mi esencia. Una esencia que he tenido que buscar de nuevo, porque la tenía algo olvidada. 


Gracias

Estoy orgullosa de mi misma, pero más de mis compañeros, de mis amigos e incluso de la gente anónima que se pone en contacto con nosotros a través de las redes sociales que son capaces de hacerme sentir única y querida. Pero sobretodo de mis clientes, de cada uno de ellos, de los vínculos creados. Mi trabajo es maravilloso pero las personas que me da, lo son mucho más. GRACIAS. 

Todavía queda mucho por hacer para conseguir esa igualdad de géneros. Pero cada día estamos a un paso más cerca de conseguirlo. Por suerte las personas y la sociedad están cambiando. 


Eva Martínez Pérez - Barbera









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